“En septiembre se visita Europa“, frase muy oída entre los turistas mexicanos. Será porque es justo después del veraneo europeo o tal vez porque los pequeños ya regresaron a la escuela. La leyenda urbana dice que los boletos de avión son más baratos, aunque sigo sin poder aceptar categóricamente ese rumor. Este septiembre me encuentro en Budapest, estoy parado sobre el puente que atraviesa el río Danubio; cada paso sirve para alejarme más de la ciudad de Pest y acercarme a Buda, sigo caminando. Aprovecho para girar la cabeza y ver el Four Seasons Gresham Palace que descansa en Pest como lo que es, un palacio.
Llego a un lugar tranquilo y calmado, al mismo tiempo que el puente de las cadenas ya es cosa del pasado; a lo lejos veo un camión de turistas que contradicen la tranquilidad del turismo septembrino. “No estoy de humor para filas ni guías”, me repito. Puedo visitar la iglesia de San Matías en Buda después. Mis cinco días en Hungría apenas comienzan y mi cuerpo no ha podido asimilar al cien los cambios en los usos horarios.
El monte le provee a San Matías una estructura imponente. La tarde es soleada, con una pequeña brisa que me permite estar de manga larga. Decido que por ahora es mejor caminar a un lado del Danubio y disfrutar el atardecer de Pest, este atardecer que hace que el parlamento se refleje de manera pálida sobre el agua del río. Éste es el mismo parlamento que sirve de imagen en todas las postales de Budapest; con la iluminación perfecta hace la foto emblemática para la ciudad. Regreso a Pest cruzando un puente menos popular y un poco más moderno, pero igual de eficiente. Veo mi hotel en el horizonte, en cuanto entro me resulta sospechoso lo que acabo de pensar; sutilmente estoy haciendo lo que hacen todos los habitantes de Buda y de Pest. Los turistas hablamos de la ciudad como una sola: Budapest. Los locales hacen énfasis en separarlas, cómo si se tratará de países distintos. Para los oriundos de la región, Buda y Pest son ciudades independientes.
Iglesia de San Matías
Fue Rumania la que me enamoró con su dinamismo y complejidad
Buda y Pest, ciudades hermanas
Ambas ciudades descansan sobre una de las avenidas fluviales más largas del mundo; ambas pertenecieron al Imperio austrohúngaro, fueron invadidas por soldados alemanes y rusos, y hoy por miles de turistas. El triángulo de ciudades imperiales -Viena, Praga y Budapest- sigue siendo uno de los tours más famosos de la región. Los guías y folletos fusionan Buda y Pest, algo que no se debe de hacer. Son hermanas.
Al ser mi primer día, quise empezar a entender a la gente, a la ciudad. Fui a un mercado de diseño en Pest; de ese diseño europeo cada vez menos visible en ciudades como París o Madrid, donde la globalización empieza a hacer estragos. Materiales orgánicos, distintos cortes, una creatividad en mochilas que no había visto antes y piezas de joyería eran las estrellas del mercado. Sabía que estaba en Pest, nunca en Buda pude captar esa energía. Éste cambio de vibra sólo me lo puedo explicar con una teoría que involucra el Danubio: las guerras mundiales que junto con un video de Michael Jackson y la filmación de Evita con Madonna, crean una atmosfera imposible de fusionar. Similar al agua y al aceite.
Parlamento
Caminé por Pest; entre más profundo y lejano de Buda, mas identidad tenía Pest. Fui capaz de ver edificios aun sin reconstruir, al mismo tiempo que comía una milanesa en uno de los restaurantes mas bonitos del mundo. Visité sinagogas y a librerías judías; comí el tradicional goulash y compré cascanueces para mi colección navideña en la calle Andrassy. Llené mis maletas de paprika, todo esto antes de bañarme en las aguas termales. Seguía en Pest. Antes de dormir, hice una parada en la catedral de San Esteban, propia de Pest y la competencia, la iglesia de San Matías en Buda. En Buda subí el funicular y fui al Museo Houdini; observé el cambio de guardia y desde una fortaleza vi el Parlamento, el cual estaba en Pest.
Catedral de San Esteban
Visité el Museo del Terror en Pest, en una casona antigua sede de la Autoridad de Protección del Estado; misma que fue reconstruida para este fin en 2002. La casona coexiste con Pest, en una zona residencial con algunos comercios. Me recordó cómo el miedo habita con nosotros. No es necesario irte a los suburbios, las torturas y los espías están más cerca de nosotros. Las salas querían destacar los regímenes dictatoriales de Hungría, todo al mismo tiempo que se hace un homenaje a las víctimas que sufrieron torturas, otras que fueron asesinadas y gente detenida. En el subsuelo del museo, debajo de un tanque de guerra, están las salas de tortura. Aunque suene trillado, el olor a humedad de la sala, la horca o las armas de tortura, eran más que suficientes para confesar cualquier crimen.
El Museo del Terror mostraba exactamente eso, terror; terror en Pest, terror en Buda. La gente vivía con miedo al mismo tiempo que tenía que reconstruir una ciudad en ruinas. Si la gente en Pest desconfiaba de los vecinos, de los hijos inclusive, ¿cómo era posible confiar en gente de Buda, una sociedad fruto de conspiraciones y traiciones perennes?
Los nazis, antes de abandonar la ciudad, destruyeron todos los puentes que conectaban Pest con Buda dividiendo una vez más a Buda de Pest. Los puentes fueron reconstruidos. Jamás se habla de los puentes como la columna vertebral de una ciudad. Hoy, esos puentes conectan al moderno Pest con el tradicional Buda, pero nunca los unen. Pest y Buda, dos ciudades separadas; imposible pedir que se unan, imposible no visitarlas.
Donde quedarse
Ritz Carlton Budapest: El hotel es bastante nuevo, está ubicado cerca de la zona peatonal y de la sinagoga de Pest; el Danubio y el Parlamento están a diez minutos caminando. El lobby bar es de los mejores de Pest.
El Novotel de Buda también es buena opción si se desea hospedarse en este lado de Budapest.
Donde comer
Jelen Bistró: Ubicado en una zona bastante elegante de Pest, donde hay bastantes opciones culinarias.
Fotos cortesía de Visit Budapest.
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