San Diego alberga surf, comida, calor y lujo. Todo convive en esta ciudad que se abre a los visitantes como un abanico de posibilidades.
San Diego, día 1
Nadar en el cielo, volar en el mar
En la ventana unas pequeñas motas de color café se mueven con torpeza. Las anfitrionas de La Jolla, una de las zonas más exclusivas de San Diego, son las focas que, sin reparo, dejan que la gente se acerque a una distancia de al menos un metro. La Jolla tiene una playa que podría mirarse todo el día. Sin embargo, la mayoría de gente que viene a pasar sus horas en el mar lo hace a bordo de una tabla. Para tal propósito, y en caso de que no cuentes con equipo o experiencia, Surf Diva te enseña a disfrutar del deporte oficial de California. Ya en la tabla sólo queda bailar sobre las olas.
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El tiempo pasa casi imperceptible en el mar. Apenas unas horas y los trajes de neopreno van de nuevo a la bodega de Surf Diva. Un refrigerio rápido en el hotel y los pies se ponen en marcha otra vez. La próxima experiencia es en el polo opuesto al mar. En una sala de espera de la siguiente actividad espumea vino dentro de unas copas; atrás de esa habitación se alcanzan a ver helicópteros de Corporate Helicopters. Las copas salen al exterior, uno de los autogiros espera para despegar. Fotos, cinturones y el vehículo alza el vuelo.
De a poco, la ciudad se empieza a hacer pequeña y las personas hormigas. Casi para todos los que están a bordo, el protocolo de viaje es un sorbo de espumoso por unas dos o tres fotos. Dicen que la mejor manera de conocer un destino es a pie, pero desde aquí esa frase tan trillada parece tener poco sentido. El helicóptero sobrevuela el mar, la ciudad y en menos tiempo del que se desearía, la ciudad vuelve a su tamaño original y las personas a sus dimensiones habituales.
Más noche, un par de cerezos se acomodan a los lados de la barra de Cloak & Petal. Todo el ambiente que, por cierto, cambia cada tanto de iluminación, es un viaje exprés a Japón. Se puede decir que, tanto los detalles de la decoración como la comida del lugar son exquisitos. El espacio es tan amplio como su carta; no obstante, el ambiente es acogedor. Las bebidas son algo que no debe pasar desapercibido en este restaurante, el espacio para explorar la variedad de la carta es el bar de whiskey y sake.
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San Diego, día 2
De animales y museos
El día empieza temprano, el sol lleva apenas unas horas de haber emergido de lo amplio del océano y el café ya escurrió de las tazas al menos dos veces. San Diego tiene fama de contar con uno de los zoológicos mas interesantes del continente y, como cualquier lugar famoso, tiene un montón de gente desfilando a todas horas. Para los poco tolerantes a las multitudes pero amantes de los animales, una buena opción es contratar un tour privado del San Diego Zoo. Dicho tour te abrirá las puertas del parque muchas horas antes que a un visitante regular y, adicional, te proveerá de carritos de golf y guías para recorrer las instalaciones.
A un costado del zoológico está Balboa Park. Este espacio es hogar de 17 museos, jardines, fuentes y teatros. Vale la pena perderse varias horas entre la gente, las piezas de arte y los espacios abiertos. Recorren el lugar cientos de personas que buscan refugio del calor dentro de los recintos. Afuera, los visitantes se sientan en las orillas de las fuentes, toman el sol en las puertas de cada museo o se toman fotos ante los impresionantes edificios.
Pasan las horas, las pinturas y los objetos de los museos. Después de un rato, todo eso ha sido sustituido por una mesa, candelabros y decoración en colores pastel. Cucina Urbana tiene varios años llevando cocina italiana a la mesa; encima de ella pasan pastas, pizzas y bebidas. La sobremesa gira en torno a lo que Balboa Park ofrece, las exhibiciones que los comensales vieron y, de tanto en tanto, los animales del zoológico.
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