Mónica Patiño compartió con nosotros algunos de sus secretos de cocina y experiencias sobre su trayectoria durante un evento VIP.
¿Quién no caería fascinado ante los conocimientos de una de las musas de la gastronomía mexicana? 42 años de experiencias tras los fogones, llenos de sentimientos y técnicas forjadas con el trabajo duro son los que reapaldan a Mónica Patiño. Ell es una de las chefs más queridas, por haber sido de las primeras en conquistar la pantalla grande y nuestros corazones con la calidez y la paciencia con las que ha transmitido siempre su pasión por cocinar.
MasterCard, dentro de su programa Priceless México, consintió a diez de sus tarjetahabientes VIP con un taller de cocina en el hogar de la chef, en el Edificio Vizcaya, construido en la época de Porfirio Díaz. Así, los miembros de este selecto grupo, originarios de distintos puntos de la Ciudad, nos dimos cita desde el amanecer. Unas orejas y un café sirvieron para calentar motores. Luego, Mónica presentó la dinámica que se seguiría en el día: hacer un suculento manjar de seis tiempos y finalizar disfrutando de las creaciones en su mesa familiar.
Divididos en grupos, pusimos manos a la obra. De aperitivo, preparamos un mezcal blanco al tomillo con un poco de almendras para botanear. La tostadita con carpaccio de atún al mojo, acompañada del Rosato, de Montefiori, inaguguraron un día donde las delicias y las enseñanzas se aderezaban con las historias de Mónica, como cuando organizó un congreso en pro del Tíbet con Enrique Olvera, o las anécdotas graciosas de las primeras grabaciones de sus programas, historias de viajes y hasta confesiones amorosas.
La atmósfera fue perfecta de principio a fin. Las repisas de su cocina con colecciones de canastos, teteras y molcajetes son dignas de un museo. Silvia, la chef de la casa; Dani Carriles y Jaime Niño, sus inseparables colaboradoresm apoyaban a la chef, demostrando que en el trabajo también se crean familias.
“La cocina es como la meditación, es presencia con todos los sentidos”, dijo la chef y enseñó cómo preparar unos sabrosos tamalitos de elote tierno y el estofado de osobuco de cordero con especias y chile pasilla (ambos maridados con el vino Ensamble Arenal, de Viñedo Paralelo). Para el postre: un cremoso de chocolate con frambuesas y rompope en las rocas. Los platillos, las bebidas y la compañía de Mónica hicieron de la jornada una experiencia que, como señala MasterCard, no tiene precio.