El Fairmont Empress se alza frente al puerto interior de Victoria como un guardián de otros tiempos. Sus muros, cubiertos de hiedra que se enciende en tonos rojos y dorados durante el otoño, parecen susurrar historias de viajeros que llegaron a esta costa en busca de belleza y calma. Dentro, la luz se cuela por vitrales centenarios, dibujando figuras danzantes sobre alfombras mullidas y madera oscura que cruje suavemente bajo los pasos.
Por Alexis Beard
Historia Viva
Desde 1908, este icónico hotel ha sido el corazón palpitante de Victoria, en la Isla de Vancouver. El puerto, justo frente a sus puertas, refleja las velas de los barcos y el vuelo pausado de las gaviotas. En la mañana, el aire lleva consigo el aroma salino del mar, y al caer la tarde, las luces del muelle se encienden como un collar de estrellas que rodea la costa.
En sus interiores, el Fairmont Empress despliega una elegancia que oscila entre el clásico refinamiento y la calidez de un refugio acogedor.
Los pasillos del Empress conducen a rincones llenos de encanto. El Lobby Lounge es el alma del hotel, donde cada tarde se celebra el tradicional Afternoon Tea. Tazas de porcelana fina se alinean sobre mesas vestidas de blanco, mientras la luz se posa delicadamente sobre torres de scones, mermeladas caseras y pastelillos que parecen obras de arte. El aroma del té de jazmín y el inconfundible toque de bergamota flotan en el aire, mientras los comensales conversan entre murmullos y risas suaves. Cada detalle, desde la selección de tés hasta la delicadeza del servicio, se cuida con esmero, y la experiencia se convierte en un homenaje al placer de la pausa.
Gastronomía y Relajación
El restaurante Q at The Empress rinde homenaje a la historia del hotel con una cocina que celebra los ingredientes de la región. El salmón salvaje del Pacífico llega cocinado con precisión, bañado en salsas que evocan el aroma de los bosques de la isla. Los vegetales, cultivados en granjas cercanas, aportan colores y texturas que dan vida a cada plato.
En el desayuno, la miel local endulza el yogur cremoso y las frutas de temporada se convierten en protagonistas frescas del primer bocado del día. La selección de vinos destaca etiquetas locales, donde los viñedos de Columbia Británica revelan notas frescas y afrutadas que acompañan cada bocado.
En el Willow Stream Spa, el sonido del agua acompaña cada suspiro. Las manos expertas de los terapeutas despiertan los sentidos con aceites de lavanda y romero, mientras la piel se suaviza bajo la caricia de exfoliantes inspirados en la naturaleza costera. El cuerpo se relaja, la mente se despeja y el alma parece encontrar un equilibrio perfecto. El circuito de hidroterapia invita a cerrar los ojos y dejarse envolver por el murmullo del agua templada, que fluye como un río que arrastra consigo las tensiones del día.
El aroma de los pinos
Caminar por los jardines del Empress es una experiencia que cambia con las estaciones. En primavera, las flores explotan en una sinfonía de colores. Por otras parte, en verano, las abejas danzan entre lavandas y hortensias. En otoño, las hojas caen en remolinos dorados que tapizan los senderos; y en invierno, la brisa marina se mezcla con el aroma de los pinos que permanecen verdes y firmes bajo el cielo gris. Cada rincón está pensado para detenerse y contemplar, para descubrir la belleza que se esconde en la calma de lo cotidiano.
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El Fairmont Empress es un espacio donde el tiempo parece fluir con más calma, donde el presente y el pasado se entrelazan en cada detalle. Quienes lo visitan no solo encuentran un lugar donde dormir, sino un rincón donde las memorias se tejen entre sabores, aromas y paisajes que invitan a quedarse un poco más. En cada ventana se refleja el brillo del puerto, en cada sala se escucha el eco de las conversaciones que han llenado este lugar durante décadas.
Es un refugio para el alma que busca reconectar con la belleza tranquila del Pacífico y la historia que se cuenta a través de cada piedra, cada flor y cada taza de té compartida.
Mas información: https://www.fairmont.com/
