En Zapotalito, una comunidad de pescadores, y Chacahua se acostumbran los platos con influencia africana: carnes exóticas, tichindas y plátanos rebozados
Zapotalito, ubicado a 90 minutos de Zicatela, es una comunidad afromexicana de pescadores, desde donde parten las lanchas rumbo a las Lagunas de Chacahua. Ahí hay prestadores de servicios, como renta de juegos infantiles y venta de platillos tradicionales y nieves de limón.
Por: Liliana Ortiz (IG: @lilimarleen91)
A un par de cuadras de la Escuela Primaria Melchor Ocampo (esta es la mayor referencia) doña Lupita y su familia nos recibieron en el patio de su casa, adaptado como comedor, con mesas y un comal instalado sobre rocas, que se mantenía caliente con leña y en el que nuestra anfitriona no paró de calentar tortillas de maíz blanco, del doble de tamaño que las tradicionales del centro del país.
Para saciar nuestro apetito nos ofrecieron tamales de camarones con chile guajillo y de tichindas, una variedad de almeja de laguna, que se incluye completa (con concha) en esta preparación. Por lo que al comer hay que ser cuidadosos y utilizar las manos para llegar a la parte “carnosa” o callo. Ambas preparaciones son tradicionales de la cocina afromestiza.
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Otros productos de la Costa Chica de Oaxaca que pudimos degustar son el queso de aro, elaborado con leche de vaca, y el queso de prensa, producido en Pinotepa Nacional.
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Por último y a manera de digestivo, bebimos mezcal con nanche, peligrosamente dulce, que se elabora dejando reposar la fruta por meses en el destilado.
Oaxaca, junto con Guerrero y Veracruz son los estados con mayor presencia de afromexicanos, por lo que la gastronomía suele ser una fusión de ingredientes, basada en mariscos y carnes exóticas (como la de iguana). Además de arroz blanco y frijoles, acompañamientos económicos y rendidores.
Diversas cooperativas en Zapotalito ofrecen viajes directos a las diferentes islas de conforman este Parque Nacional, además de visitas al cocodrilario y recorridos nocturnos para observar la bioluminiscencia, un fenómeno natural que provoca que el agua de las lagunas brille, gracias a la actividad de organismos vivos, como bacterias.
Después de una breve explicación sobre la flora y fauna de la región, que, además de reptiles, incluye variedad de aves endémicas, abordamos un vehículo de motor que nos llevó primero por la zona del manglar. Ahí, entre ramas de árboles que forman túneles, pudimos observar garzas y colorines.
Una parada sugerida, por si se quiere comprar agua o cerveza, es El Corral, una isla de apenas 41 habitantes, que cuenta con iglesia y una primaria pública. Las viviendas son pequeñas; la gente pasa la mayor parte del tiempo en el exterior, en hamacas colocadas en patios o en el muelle. La señal de celular es inexistente y el internet se limita al uso de quienes ahí viven.
De vuelta al recorrido, pudimos ver cómo las aguas verdes se unen con el Océano Pacífico. Y llegar a una playa de arena tersa y oleaje suavecito.
A la orilla del mar operan pequeños restaurantes, que ofrecen principalmente pescado y camarones fritos. Algunos vendedores ambulantes llevan en canastas ostiones y plátanos machos rebozados en mezcla para hot cakes.