Por Gabriela Rentería
La rosticería, en la concepción más básica que tenemos de ella (la de esos pollos enteros, barnizados en grasa dando vueltas lentamente detrás de grandes ventanales o aparadores) se denomina o, digámoslo bien, toma un nombre… el de este restaurante. La intención es clara y simple: darle lugar a este oficio, el de asar y hacerlo bien con ingredientes de gran calidad, diversificando la propuesta con la inclusión de guajolotes, puerco, panceta y vegetales, entre otros productos de temporada. Ése es el primero y más obvio encanto; el segundo, su ubicación. Lejos del epicentro de la Condesa, en el barrio natural de esta colonia, es lo que le aporta ese aire de familiaridad. Con la extensión ideal para un lugar con estas características, –pequeño, especializado–, la carta comienza con una certera variedad de entradas. El tempura de huazontles combina de manera inventiva dos arraigadas culturas culinarias y el resultado final no decepciona. Las sopas defienden muy bien la idea más básica de la que nace su ideología: reconfortar, dejar una grata sensación de bienestar. Hay que probar la de haba con aceite de trufa, betabel rostizado y supremas de mandarina. Las guarniciones son otra sorpresa que guarda este menú: cous cous, coles de bruselas con longaniza, un espléndido puré de papa, entre otros.
Bretón apuesta por una forma de reconocer y volver a lo básico, sin perder de vista la innovación y la evolución de los sabores más entrañables.
Corta y acertada, la carta de Bretón ofrece vinos de excelente calidad, que maridan muy bien con las especialidades. Una propuesta que se nota bien pensada y ejecutada. Consejo: puedes disfrutar tu rotizado con una sidra Sierra Norte.
Zamora 33, Condesa
bretonrosticeros.com
@bretonrosticero