“El poema que quiero escribir es imposible. Una piedra que flota”, escribe Charles Simic en sus aforismos. Una idea para ingresar a Dilao, el jardín escultórico diseñado por el artista Eduardo Olbés. Dilao descansa en Tepoztlán, ese “lugar de piedras”, de acuerdo con alguna de las interpretaciones en torno al nombre de este pueblo. El nombre de este espacio silvestre significa “amarillo” en tagalog, lengua nativa del escultor de origen filipino, que en los años 70 llegó a México para cambiar su vida. Conversamos con él a propósito de la apertura.
©Román Gómez para Bleu&Blanc
“Me di cuenta que ya no quería salvar el mundo”, dice. ¿Y si las artes también cambian al mundo? Para Olbés, “eso es una pregunta retórica. Hay personas que hacen obras netamente políticas, como el Guernica de Picasso. ¿Me entiendes? Pero en otras ocasiones hay quien dice que cualquier obra debe ser política. Yo no estoy de acuerdo”.
En este jardín hay cientos de personas que han venido a recorrerlo y, sobre todo, a saludar a su creador. Ayer, el 22 de noviembre, Claudia Sheinbaum declaró estado de alerta por violencia en contra de mujeres en Ciudad de México. No he podido saber si a alguien habla sobre política, pero todos caminan. Y caminar hace que el cuerpo y la mente se comuniquen con el mundo, como también debe suceder con el acto físico de labrar piedra. Hay al menos 50 piezas en esta exhibición que se concibieron de esta acción amorosa. No todo el arte tiene que ser sobre política, pero probablemente lo político subyace en cada obra, si se desea verlo.
También hay nubes: “Nube con montaña” y otra pieza más evocan a los cúmulos de gas. Todas las piezas hechas de mármol, jade, basalto y granito acotan una cierta forma de lenguaje, como signos de puntuación que dan ritmo a este relato. Frente a todo: la exuberancia del Tepozteco mira hacia esta felicidad amarilla. Y nos miramos.
“En Dilao hay por lo menos siete especies de árboles de florescencia amarilla, como el guayarán, la acacia, lluvia de oro, plumería, rosa de oro, x y z”, escribió alguien en el comunicado. “Frutales y flores como cítricos, granados, jaboticaba, yambolan, plumeríos, flor de mayo, guayabos feijoa y mamey habitan este lugar”. En el camino, Eduardo me alcanzó alguno de esos cítricos, era verde y redondo, áspero. Al frotarlo con las manos, como me indicó, se percibe la esencia de este terreno.
©Román Gómez para Bleu&Blanc
Imagino a Eduardo conociendo, por primera vez, este lugar y clavando aquí mismo su bastón. Esto sucedió al menos hace siete años. Y ahora mismo, un grupo de niños escala una gran formación rocosa que, he de confesar, no he sabido si se trata de una obra de arte. En Dilao, las flores y especies ya estaban; Eduardo trajo los árboles necesarios para ejecutar el diseño de paisaje concebido por él, con apoyo de amigos paisajistas. Lo ayudó, por ejemplo, César Arias. “Es el que inventó El charco del ingenio, en el Jardín Botánico de San Miguel de Allende… me gustó tanto que les doné tres piezas. Nos hicimos muy amigos”.
Como por acto de magia, Arias atravesó arbustos para llegar a nuestra conversación. Emocionado, mi interlocutor lo presentó como el “inventor” de El charco del ingenio. “Yo no lo inventé”, advirtió el presunto. “Solo acomodé las cosas”. Tampoco inventó la frase, pues inmediatamente la atribuyó a Gabriel Orozco, con quien actualmente trabaja en el paisajista de una renovada sección de Chapultepec.
©Román Gómez para Bleu&Blanc
En Dilao hay maderas podridas dispuestas por el mismo Olbés para permitir que aniden las luciérnagas. ¡Menudo espectáculo! Además, hay un tipo de planta que crecerá más adelante, esencial para el desarrollo de la Mariposa Monarca. Además, la luz eléctrica funciona con paneles solares y el agua funciona con un sistema de captación pluvial. Es decir, Dilao es un espacio no invasivo que promueve la preservación de la vida silvestre. Quizá las artes no cambiarán al mundo, pero tampoco lo estresarán. “No me tengo que considerar un ecologista para saber qué es lo que tenemos que hacer. Así es como se deben manejar estas cosas, yo creo”, apunta ante la posibilidad de una inminente categorización. Allá, más adelante, está la espiral de piedra que rodea a una fuente de travertino rojo de Oaxaca.
¿Por qué hace “cosas” con piedras?
“La piedra es fascinante, casi todas las culturas en la historia humana han trabajado la piedra de alguna forma. Los primeros cuchillos y mazos eran de piedra. Lo bueno de trabajar con [esta materia] es que como tantas culturas lo han hecho durante miles de años, uno puede comprar lo que hace con lo que ya se hizo. ¡Eso es educativo!”
©Román Gómez para Bleu&Blanc
Eduardo no hará un obelisco como lo hicieron los egipcios —“en 45 metros de largo y una base de 3×2— ni tallará tampoco una Santa Teresa como lo hizo Gian Lorenzo Bernini. Lo sabe. Pero eso no agota las posibilidades. En este poema las piedras no flotan, ¿o sí? Podemos especular que, al menos, son fantasmas de obsesiones entre viajes y recorridos. Ahora es oficial: Dilao está abierto y estas son sus primeras piedras, entre las que están las obras de artistas como Juan Sánchez, Valentina Glez. Wohlers, Iván Puig y Julio Martínez Barnetche. El criterio de selección: “¡lo que a mí me guste! Si no me gusta, no estará aquí”, bromea. Pero es cierto.
Más información:
A Dilao se accede mediante cita previa, escribiendo al correo info@dilao.mx
Es totalmente gratuito.
@dilaomx
