Fotos Víctor González Dalí y Miró se descubren en cada pieza de esta galería, en cada textura. Dolcenero abrió hace pocos meses, pero la idea […]
Dalí y Miró se descubren en cada pieza de esta galería, en cada textura. Dolcenero abrió hace pocos meses, pero la idea surgió a partir de un proyecto de docencia en 2011 orientado a la chocolatería de vanguardia.
Aquí, el diseño va de la mano con los sabores que Mauricio Montiel concibe, tomando como molde primordial la forma ovoide que sus artistas favoritos trabajaron, creando un concepto único de luz y sombra.
Veintiuna variedades están a la venta en tres colecciones que forman el espectro del lugar. La línea de nombre “6” está enfocada a los ingredientes mexicanos, como mezcal, ajo frito, chapulines, mole, maíz y ajonjolí, y está diseñada para maridar con cervezas, tequilas y mezcales.
Las colecciones “12” y “18”, son un viaje alrededor del mundo. La primera es de arroz con leche, maracuyá o vainilla de Papantla, sabores más conservadores. La “18” es una combinación de la “6” y la “12”, incorporando azafrán, aceite de oliva, manzana, té verde y albahaca cítrica.
Otra serie es “Ocultos” donde se rinde tributo al producto. En la línea de las esculturas, Mauricio pone en práctica su afición por la arquitectura.
El de caramelo salado es el más entrañable para Mauricio, pues fue su primera creación. La más vendida es la colección “6”, y los más representativos son los de chapulín y el de ajo.
Se utiliza en los bombones de Dolcenero, chocolate que proviene de cacao trinitario tabasqueño, y hay apoyo a los pequeños productores; las pulpas de fruta son francesas. Además tienen macarrones de Theurel & Thomas.
Todo está lleno de detalles y las envolturas tienen un diseño muy bien pensado: con listón, pestañas para abrir perfectamente, cámaras de aire en los cuatro lados de las cajas para proteger y conservar la temperatura.
Mauricio Montiel estudió en el Centro Culinario Ambrosía. Pasó de la cocina salada a la panadería, pero se descubrió alérgico a las harinas crudas. Probó con la repostería y se dio cuenta que no era lo suyo. Del otro lado del cristal estaban los chocolateros. Ahí se quedó.
Laredo sin número, casi esquina con Ámsterdam, colonia Hipódromo Condesa
@dolcenerodesign