Por Luciana Cacciaguerra
Se podrían considerar como la Novena Maravilla del mundo y tal reconocimiento les quedarìa perfecto. Los Huevos de Fabergé son piezas únicas de joyería artística rusa encomendadas principalmente por la familia del Zar Nicolás II.
Aunque parezca mucho remontar en el tiempo, el origen verdadero de los Huevos de Fabergé comienza en el siglo XVII en Francia con la familia Favri. Por cuestiones religiosas se vieron forzados a huir del país, cobijándose en distintos sitios y transformando el apellido progresivamente en Favry, Fabri, Favriere y finalmente Faberge, sin el acento. El fundador de la dinastía, Gustav Fabergé, nació en Estonia, donde su padre Pierre se estableció sin imaginar la vuelta que daría su vida y la de sus descendientes cuando empezó a crear sus piezas de plata y oro en una modesta tienda abierta en San Petersburgo en 1842. Estudió y se especializó en orfebrería en dos casas joyeras de mucho renombre, la última de las cuales era la casa joyera de los zares.
Cuando se retira, su hijo Carl Peter Fabergé, quien había tenido la posibilidad de aprender en los mejores institutos de orfebrería alemanes, franceses e ingleses, asume el legado de su padre. Se ofrece para ayudar a restaurar gratuitamente las piezas del Museo Hermitage y es tal el éxito, que se gana la posibilidad de participar en la famosa Exposición Anual de Pan-Rusia en Moscú. A partir de allí, el Zar pide a Fabergé ser el joyero de la familia Real Rusa.
Huevos de Fabergé en la corte del Zar
El primero de los más de sesenta Huevos hechos por Fabergé fue un regalo del Zar Nicolas II a su esposa, Alexandra Feodorovna, en ocasión de la Pascua, en la que por tradición se regalan huevos. Fue el más sencillo. Elaborado en platino recubierto de esmalte blanco y en cuyo interior se escondía un huevo de oro dentro el cual estaba una gallina en miniatura de diferentes tipos de oro, la cual a su vez contenía una corona real.
A partir de éste, la emperatriz recibió los más exquisitos Huevos de Fabergé.
Huevo de la Coronación
Huevo Alexander Palace
El éxito fue tal que empezó la manufactura de la larga serie de huevos espectaculares encomendados para la Casa Real. En el tiempo también otros pocos coleccionistas y aristócratas ordenaron los Huevos de Fabergé y otros tantos se apropiaron de ellos cuando fueron subastados posteriormente.
Hasta el día de hoy, aún están extraviadas ocho de estas maravillosas piezas de arte. Aunque existe documentación fotográfica y registros originales de la casa Fabergé, podrían estar perdidos en algún desván o mercadillo de antigüedades en quién sabe qué parte del mundo, y sin que las personas sepan el tesoro que tienen entre manos. Ocurrió con uno de ellos. Un hombre que lo compró por poco en un mercado intentó venderlo sin éxito, hasta que consultó la información por Internet y supo la fortuna que le pertenecía. Lo siguiente fue contactar a la famosa casa de subastas Sotheby’s: lo valoraron en 33 millones de dólares.
Huevo Vodka
Huevo Romanov Tercentenary
Huevo Napoleónico
Tristemente con la Revolución Rusa la familia Fabergé en parte logró huir de Rusia y en parte fue apresada. La casa joyera cayó en manos de los bolcheviques, quienes se apropiaron de todas las joyas que confiscaron a los aristócratas y altos burgueses, además de las de la Casa Real, y trataron de venderlas sin mucho éxito. El viejo Gustav se estableció en Alemania y algunos de sus hijos en Finlandia y Francia.
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Fabergé en la actualidad
La empresa Fabergé como tal siguió existiendo con un perfil mucho más bajo, en manos de la misma familia. En 1951 cerró, tras un largo y costoso juicio con un empresario norteamericano llamado Sam Rubin, que había empezado a comercializar sin permiso un perfume llamado Fabergé. Los herederos tristemente acabaron renunciando a los derechos de su propio nombre por la irrisoria cantidad de 25 mil dólares, y de ahí la empresa inició un tormentoso y complejo periplo de cambios de nombre y género, hasta que en 1989 terminó siendo parte de Unilever.
Pero como el Ave Fénix, en 2009 la casa Fabergé volvió a surgir en su original actividad de alta joyería en París. En 2011 lanzó su nueva colección de Huevos de Fabergé, pero esta vez en forma de colgantes preciosos.
En 2015 respiró nuevamente un poco ese aire de grandeza real cuando una multimillonaria y noble familia catarí encargó una pieza que resultó ser una especie de ostra cubierta por 3,000 diamantes, y en cuyo interior se escondía una rara perla gris. En tiempos modernos los Huevos de Fabergé han sido inspiradores en más de un género de arte, como el cine. En la película Octopussy de la saga de James Bond, uno de estos huevos es el anzuelo para destapar una organización criminal. En Noche de juegos, uno de los Huevos de Fabergé esconde información buscada por la mafia. Y en la serie Peaky Blinders se planea el robo de el tesoro de la mafia rusa entre los cuales hay un Huevo Fabergé.
El arte también ha formado parte de la historia actual de la casa. Hace un par de años, colaboraron con Rolls-Royce en un Huevo de Fabergé inspirado en un modelo de auto.
En una entrevista hecha en 2018, la heredera de la empresa, Sarah Fabergé, afirmo: “La casa joyera aún tiene mucha tela que cortar”. Y declaró que “el nombre Fabergé se parece un poco a Terminator. Ha experimentado altibajos, pero sigue moviéndose, pase lo que pase”. Y así se lo auguramos todos, para seguir disfrutando de esas espectaculares obras de arte.
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