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¿Hay que reconstruir Notre Dame o no?

Por: Bleu&Blanc 04 Jul 2019
¿Hay que reconstruir Notre Dame o no?
¿De qué forma se debe reconstruir Notre Dame tras su incendio? Esa es la pregunta que responde el arquitecto Víctor Alcérreca

A tres meses del incendio de la catedral de Notre Dame de París, el arquitecto y autor Victor Alcérreca reflexiona sobre la pertinencia de reconstruir el recinto en sólo cinco años. Este texto fue publicado en la edición impresa de junio de 2019 en Bleu & Blanc.

 

Han pasado meses desde que el mundo se conmovió, a través de sus pantallas, con la destrucción de unos de los más poderosos símbolos de la civilización europea. Notre Dame dejó de arder aquella misma tarde de abril. Los primeros indicios apuntan a una vulgar colilla que pudieron haber dejado, descuidados, algunos obreros de la restauración, en el colmo de la paradoja. Las declaraciones de Emmanuel Macron y los millones de euros del gran capital francés llegaron a las pocas horas al rescate. Podemos imaginar que las llamas aún no se habían extinguido cuando los arquitectos de todo el mundo encendían sus motores de renderización para producir ideas del «renacimiento» de la catedral parisina.

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Notre Dame según Shepherd Studio

Reconstruir, ¿qué?

Jardines y mucho vidrio. Demasiada transparencia y alarde de gestos. Imperiosas ganas de subir visitantes al techo. Un gigantesco haz de luz que corta el cielo parisino. Un estacionamiento en vez de cubierta. Incluso una alberca pública —”un espacio para pensar y reflexionar”— vigilada por las figuras de los 12 apóstoles, que llegó como idea desde Estocolmo y firmada por un despacho que se define a sí mismo como “una práctica aventurada de arquitectura”. Al concurso internacional para la reconstrucción, convocado por Macron, también enviaron sus propuestas arquitectos consagrados como Norman Foster y firmas de las que nunca habíamos leído. Con la precisión y acidez que debe tener un buen tweet, el escritor y crítico de arquitectura Justin Davidson (@JDAvidsonNYC) terminó por condensar la euforia de ideas:

“Estas propuestas son el equivalente arquitectónico de tuitear en estado de ebriedad”.

¿Preservar o reconstruir qué? ¿El templo católico o el monumento histórico? ¿La obra maestra de la arquitectura gótica o el hito turístico frente al que desfilan millones? ¿La experiencia trascendental de espacio, de materia, o la selfie? Con todo, edificios como Notre Dame son todas estas cosas a la vez, aunque sus definiciones sean contradictorias. Entre tanto, los políticos y el capital ya han tomado postura. Contra el consejo de los expertos, Notre Dame será reconstruido en sólo cinco años. Una decisión así era de esperarse, si atendemos las reflexiones de Lebbeus Woods, arquitecto y lúcido pensador especializado en catástrofes:

“Tan pronto como diseñamos, comenzamos a controlar, a establecer los límites y límites que definen y eliminamos lo inefable, que es algo que emerge cuando los sistemas fallan, cuando se transgreden los límites y cuando las cosas se deshacen. Nos gusta configurar las cosas por lo que sentimos que estamos en control. Nuestro entorno está diseñado para asegurarnos que todo está bien. Eso es lo que hacen los políticos (…)”

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Propuesta de Vincent Callebaut sugiere crear un huerto colectivo en la nueva fase de Notre Dame

Unesco: Es mejor no reconstruir

La opinión de la UNESCO fue inamovible por muchos años respecto a estos casos. La catedrática canadiense Christina Cameron nos recuerda: «(…) ¿hay que reconstruir los monumentos o no? Tradicionalmente, los especialistas en conservación del patrimonio cultural se oponen a la reconstrucción, ya que puede falsear el pasado y crear lugares ficticios que nunca existieron en la forma recreada. Surgida en el siglo XIX, esta corriente contraria a la reconstrucción cobró fuerza después de que Adolphe Napoléon Didron, historiador del arte y arqueólogo francés, reiterase esta máxima: “Es mejor consolidar los monumentos antiguos que repararlos, mejor repararlos que restaurarlos y mejor restaurarlos que rehacerlos”». Ante casos extremos, sin embargo, esta postura ha comenzado a flexibilizarse en el seno de la propia UNESCO.

El incendio como templo

Como admirador del espacio gótico, lo primero que llama la atención es la completa ausencia de imágenes interiores en las propuestas que se ventilan en las redes. Todas son vistas lejanas. El hito urbano y la imagen aérea imperan sobre la sustancia del espacio interior. El desarrollo constructivo que llevó a los arquitectos medievales a desafiar la gravedad y la verticalidad se explica sólo por el deseo de aligerar los huesos de las edificaciones para penetrar la penumbra, de conseguir una cualidad de atmósfera, escala y luz capaces de evangelizar. Ninguno de los aventurados despachos ha mostrado una imagen desde la perspectiva de quien camina en las naves de Notre Dame.

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El diseño de Alexander Nerovna propone un techo de cristal y una reconstruida aguja metálica

Otra suerte de templo

A mí el incendio me sorprendió releyendo las ideas de Alain de Botton (Religión para ateos, 2011) sobre la necesidad de imaginar nuevos templos para los ateos:

“Que nos hagan ‘sentir insignificantes’ es, a buen seguro, una penosa realidad cotidiana del patio del colegio de los humanos. Pero que algo poderoso, noble, complejo e inteligente nos haga sentir igual es estar en contacto con una sabiduría impregnada de belleza. Hay iglesias que nos pueden inducir a renunciar a nuestro egoísmo sin humillarnos. En ellas podemos olvidar nuestras preocupaciones y aceptar (de una forma que nunca nos atrevemos a mostrar cuando estamos sometidos al fuego directo de otros seres humanos) nuestra nulidad y mediocridad”.

La verdadera Notre Dame

Antes de ser engullida por la maquinaria mediática y la ansiedad de los diseñadores, la sobrecogedora imagen del fuego devorando Notre Dame nos puso quizá frente a un templo como el que imagina De Botton. Detenerse, pensar, aprender de ese recuerdo es un trabajo de reflexión más que de renderización. Si estamos lanzando ideas, permítanme opinar que el interior de Notre Dame —lastimado, ennegrecido y hermoso— debería permanecer exhibido por lo menos durante cinco años, pero en completa ausencia de humanos. Especialmente de políticos y arquitectos.

Sobre el autor

Victor Alcérreca es arquitecto y profesor universitario. Escribe sobre arquitectura en diversos medios especializados.

Las 6 iglesias con la arquitectura más impresionante en el mundo

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