Un solo postre, con dos versiones totalmente diferentes. Te contamos sobre los elementos que hacen la diferencia entre un cheesecake horneado y uno frío.
Un postre cremoso, equilibrado y con una gran posibilidad para personalizarlo al gusto, así es el cheesecake. Dentro del universo de los postres, esta receta no deja de ser favorita; de hecho, en los últimos años ha ganado gran popularidad. ¿Lo mejor? Es posible prepararlo en casa sin mayor problema; únicamente es importante definir si prefieres un cheesecake horneado o frío. No está de más decir que uno no es mejor que el otro, las dos versiones son exquisitas, pero vale pena aprender a diferenciarlos. A continuación, te contamos sobre los elementos que marcan esta distinción entre un postre de queso que se ha ganado nuestro corazón.
Por: Desiree Perea
Antes de adentrarnos en los detalles de esta primer versión, es importante mencionar qué es lo que hace diferente a ambas versiones. Simple, el proceso de cocción; en uno es fundamental, mientras que en el otro simplemente no se necesita. El relleno base en un cheesecake horneado se prepara con lo siguiente:
La costra crujiente suele hornearse previamente para evitar que pierda firmeza al colocar el relleno. Usualmente solo se trituran galletas de vainilla y se mezclan con mantequilla derretida. Este tipo de cheesecake exige que su cocción se haga sí o sí a Baño María. ¿En qué consiste? El molde donde está el cheesecake se coloca dentro de un recipiente más grande con agua caliente. Gracias a ello, el cheesecake horneado logra una textura suave, uniforme y sin ser muy densa.
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En cuanto sale del horno, se deja reposar para evitar que se rompa. Se puede dejar simple o bien, decorar con cremas dulces, mermeladas, chocolate; además de añadir fruta fresca o nueces, galletas, etc. El horneado permite que las proteínas del huevo y del queso crema se coagulen y se unan, creando una estructura firme pero aterciopelada.
Se tiene la idea de que un cheesecake frío no es nada complicado en comparación del que requiere horneado; sin embargo, no hay que dejarse engañar por esta idea. En esta versión, la gelificación es clave, pues es el factor que se encarga de mantener firme al resultado final. Para esta receta, los ingredientes cambian ligeramente; si bien el queso crema se mantiene como protagonista, aquí el huevo no es requerido, pero si otros elementos:
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En un cheesecake frío, es crucial asegurarse de tener una base de galleta firme que pueda contener el relleno perfectamente. El queso se mezcla con el azúcar y la crema; en otro recipiente se debe fundir la grenetina para poder agregarla a la mezcla de queso. Al final, requiere un periodo corto de reposo para que la grenetina se active y de firmeza.
La versión horneada no está peleada con la fría; ambas opciones tienen mucho que ofrecer. En los últimos años, un buen cheesecake ha ganado gran popularidad dentro del mundo de los postres. Al igual que un pastel o tarta, se puede compartir al centro y presume una gran versatilidad. Sin importar si decides preparar un cheesecake horneado o uno frío, vale la pena conocer las claves en cada uno. Si eres amante de la cocina dulce, vale la pena dominar ambas recetas; cada una puede encontrar un lugar especial en tu recetario personal.