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Oda a México: el Festival del Taco

Por: Melanie Beard 16 Sep 2025

El taco no necesita presentación: es identidad envuelta en maíz, es abrazo que se come, es calle en su forma más pura. Y en el corazón vibrante de Polanco, donde el W Mexico City se erige como templo moderno de placer y diseño, el taco es celebrado con la reverencia de un ritual sagrado.

Una oda a México, el Festival del Taco llegó a la CDMX. En una ciudad que nunca duerme del todo, donde el tráfico canta con voz ronca y los árboles aprenden a bailar entre cables y concreto, hay sabores que se alzan como himnos. El taco no necesita presentación: es identidad envuelta en maíz, es abrazo que se come, es calle en su forma más pura. Y en el corazón vibrante de Polanco, donde el W Mexico City se erige como templo moderno de placer y diseño, el taco es celebrado con la reverencia de un ritual sagrado.

Por Melanie Beard

Festival del Taco

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Del 15 de agosto al 30 de septiembre, el W le abre sus puertas —y su alma— a un festival que no solo alimenta, sino que emociona. Frente al hotel, un food truck convertido en altar urbano se convierte en punto de encuentro para los que saben que la cocina también puede ser poesía. El aire se llena de humo perfumado, de salsas que chispean con historia, de carnes que cuentan cuentos al oído. Seis chefs. Seis tacos. Y un solo país latiendo entre mordidas.

El primero llegó sin pedir permiso: taco de milanesa de lengua, creación de Isaí Nolasco. Crujiente por fuera, suave por dentro. Como una historia familiar contada por alguien que aún la siente. Luego llegó el suadero de brisket de Jorge Guerra, jugoso, callado, paciente. No gritaba, no buscaba protagonismo. Simplemente estaba, y eso bastaba. Un taco como una buena compañía: presente, honesto, entrañable.

Sabores atrevidos

Pero fue Matías Gallegillo, el chef residente del W, quien me robó el aliento. Su taco de asado de tira con palomitas de molleja era una danza inesperada: un ritmo entre lo crujiente y lo meloso, entre lo atrevido y lo tierno. Una canción sin letra que se quedaba tarareando en el paladar. Después llegaron otras joyas: el chamorro con chicharrón de Mariana Guadarrama, robusto, alegre, festivo; la barbacoa con consomé de Billy Maldonado, que sabía a abrazo dominguero; y la propuesta vegetal de Mane Rivera, que recordaba que la tierra también se come, que la raíz también emociona.

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Aquí, cada taco es un manifiesto. Con ingredientes humildes y carnes seleccionadas con maestría —gracias a la colaboración con US Meat Export Federation—, lo cotidiano se vuelve sublime. Se sirve en platos que podrían estar en cualquier banqueta, pero con una ejecución que respira elegancia sin pretensiones. Porque en el W, hasta el taco más sencillo tiene su momento de gloria.

Donde lo cotidiano se vuelve sublime

El festival se vive entre luces tenues y risas que rebotan en los espejos del lobby. Es una fiesta íntima, pero abierta. Un lugar donde la tradición se viste con siluetas modernas, donde la esquina se codea con el lounge, y donde el mezcal y la tortilla hacen las paces con el concreto pulido y el diseño de autor.

Y mientras la tarde se derrite sobre los edificios de la ciudad, entre bocados y tragos que encienden el espíritu, uno entiende que este festival no es solo un evento gastronómico. Es un recordatorio. De quiénes somos, de qué sabe México, de por qué seguimos volviendo al taco cuando todo lo demás falla. Porque hay cosas que no necesitan traducción. Y un buen taco, en manos de quienes lo aman, es una de ellas.

Para más información: W Mexico City

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