Bebidas Chefs Restaurantes Descargables

Un respiro de eternidad: Bora Bora, un paraíso con playas cristalinas

Por: Melanie Beard 08 Ago 2025

Bora Bora es un respiro de eternidad y Le Bora Bora Resort de Relais & Chateau es el hotel ideal para conocer esta isla de la Polinesia Francesa.

Bora Bora es un respiro de eternidad. Aterrizar en este edén de la Polinesia Francesa fue como dejar atrás el ruido del mundo y entrar a un susurro. Desde el primer paso sobre la madera cálida del muelle, supe que estaba yo en un sueño. El aire tenía sabor a sal y a flor recién abierta; el cielo, un azul sin fondo, parecía rozar el alma. Allí, el azul es una emoción líquida que todo lo envuelve.

Por Melanie Beard

Le Bora Bora by Pearl Resorts

Un respiro de eternidad

PUBLICIDAD
Advertising
Advertising

Le Bora Bora by Pearl Resorts me recibió como quien abre los brazos después de mucho esperar. Los bungalows flotaban sobre el agua clara como pensamientos nobles. Desde mi terraza, el mar parecía mirarme con una calma que desarma. El techo de pandanus crujía con la brisa, como un suspiro antiguo. Todo estaba dispuesto con una delicadeza casi sagrada: las maderas nobles, las fibras tejidas, los colores de arena y selva componían una arquitectura que no construye, sino que conversa con el entorno. Aquí, hasta el silencio tiene forma.

Pertenecer a la colección Relais & Châteaux no es sólo un sello de prestigio; es una forma de habitar el mundo. En Le Bora Bora, esa hospitalidad se vuelve arte. No hay protocolos, hay gestos. Una sonrisa sin apuro. Un colgante de flores que perfuma la piel. Un “Ia Orana” que suena más a bienvenida que a saludo. Todo parece susurrado al oído por la propia isla.

Atún fresco

Los sabores de la isla

Cada mañana, el restaurante Otemanu me ofrecía un ritual de luz. Sentarme allí, con vista al monte que da nombre al lugar, era como mirar una pintura viva. La fruta sabía al sol que la maduró, el pan crujía con el eco del horno, y el café sabía a promesa cumplida. En las noches, las velas encendidas transformaban el aire en un murmullo dorado. Los sabores —del mar, de la tierra, del humo— no se mezclaban, se reconocían. Cada bocado era una pausa, una nota dentro de una partitura lenta.

También te puede interesar: NOBU CDMX: Sabor japonés en Arcos Bosques

El tiempo se deshacía entre la piscina infinita y la sombra de una palmera generosa. El bar Miki Miki era una pausa jugosa: ensaladas que parecían recogidas de un arrecife, pescado con memoria de ola, jugos tan vivos como un amanecer. Comer allí era como morder el instante.

Explorando la laguna

Explorando la laguna

Una mañana nos subimos al Toa Boat, un pequeño barco con alma propia, y navegamos sobre un cristal que no reflejaba: absorbía. El agua era un espejo sin marco. Los tiburones de punta negra pasaban con la elegancia de quien sabe que no es temido. Las rayas se movían como pétalos sumergidos en la danza del sol. Luego, una isla sin nombre, donde el almuerzo se sirvió sobre la arena tibia, los pies en el agua, el cielo en la boca. El monte Otemanu, siempre allí, como un dios dormido, nos observaba sin juicio.

Bora Bora es el mundo cuando se cansa de girar y decide quedarse quieto. Su laguna es tan clara que parece dibujada desde el recuerdo de algo muy amado. Cada motu es un pensamiento sereno. Cada ola, una carta de amor sin remitente.

Para más información: Le Bora Bora

Este video te puede interesar

Notas Relacionadas
Descarga GRATIS el especial del mes 25 Nuevas aperturas
Toda la gastronomía en directo para ti
Súmate a nuestro newsletter