Desde hace más de 50 años, Camillo Magoni lleva una vida placentera -más no por eso aburrida ni falta de retos diarios-, acompañado por sus amadas vides. Proveniente de Morbegno, al norte de Italia, llegó a mediados de los 60 al Valle de Guadalupe, empleándose como enólogo en una casa vinícola existente, para luego fundar Bodegas Magoni.
Sus vinos son hoy por hoy considerados unos de los mejores de esta región vitivinícola de México. Apasionado, curioso, crítico, incansable. Desde pequeño su papá, Gabriele Magoni, le inculcó levantarse muy temprano, a las 4 de la mañana. Aunque ahora que ya está grande se levanta a las 4:30, me confiesa riendo.
EL CICLO DE LA UVA
¿Cómo es la vida de un vitivinicultor en el campo? ¿En la bodega? ¿Entre miles de plantas? Cada estación es distinta, cada temporada requiere distintos procesos y actividades en las que Camillo Magoni participa con tenacidad y mucho corazón. “En la elaboración del vino intervienen distintas etapas fenológicas, siempre empezando con la materia prima: la uva”, comparte. “Primero viene la poda, en enero-febrero, un proceso técnico que da forma a las vides y que constituye la manera en cómo crecerán y se desarrollarán. Luego, en la primavera temprana, empiezan a brotar; primero las uvas blancas y después las tintas, aunque esto no siempre es así. Para que lo hagan, tiene que haber condiciones ideales de 10 grados Centígrados en el clima y en el suelo. Es la temperatura ideal”.
Bien entrada la primavera, las plantas entran en floración y se polinizan, para empezar a madurar los racimos. Entre esta etapa y la cosecha, surge el envero, que es cuando las uvas empiezan a mostrar sus características y a tomar color. Las plantas tardan entre 30 y 45 días en formar racimos. Depende de la variedad, del clima, de la cantidad de agua. Este periodo va de finales de julio a finales de septiembre, y hay variedades que están listas antes que otras.
“Pero el cambio climático está transformando las condiciones de las plantas. Hace 30 años, se cosechaba a finales de septiembre, hoy se inicia en julio. Esto nos obliga a tomar decisiones con mayor rapidez, pues las cosechas se adelantan y, en general, todo el proceso va más rápido, aunque sabemos que cada año es diferente, por las variaciones en el clima, el sol y, sobre todo, la cantidad de lluvia”, expresa.
“¿Cómo sabes cuándo están listas?”, le pregunto. “La decisión de cortarlas se da por sus características, principalmente por la cantidad de azúcar y la acidez que el enólogo considere adecuadas para el vino que desea elaborar. Para saberlo, se toman muestras de cada planta cada tres días, y yo mismo las examino en el laboratorio. Luego voy con esas muestras al campo para medir también el pH de la tierra y comprobar que las condiciones sean óptimas”, responde.
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EL VINO ENTRE CIENCIA, CURIOSIDAD Y POESÍA
Hacer vino no es un trabajo a ciegas, al contrario. Cada botella que bebes tiene en su haber datos, observaciones, mediciones y un proceso científico riguroso. Sí, el vino tiene algo de romántico, pero también de química, biología, física… Los enólogos y vitivinicultores son hombres de campo y de ciencia, con alma de poetas.
Camillo Magoni disfruta cada proceso. Su padre fue quien le inculcó la pasión por el vino, creció con ello. “Yo era un rebelde, y mi papá me metió a trabajar el campo desde muy joven. Me fui apasionando; y retomé los estudios -que había dejado- con la condición de estudiar enología y vinificación. Para mí, esto no es un trabajo, es diversión total y algo que me llena de magia y de vida”. El emblemático enólogo admite odiar la rutina, y si bien la enología es un trabajo rutinario en cierto sentido, porque se siguen los mismos procesos en cada añada, siempre hay pequeños proyectos y nuevos retos que transforman la experiencia. Además, trabajar con seres vivos siempre representa una sorpresa.
En ese sentido, algo que caracteriza a Camillo y a Bodegas Magoni es el impresionante viñedo experimental que el fundador montó hace años, en donde ha cultivado más de 150 distintas variedades de vides, la mayoría de Italia, pero hay de toda Europa, de las cuales hoy tiene más de 70, nacidas a través de clones que ha traído de sus lugares de origen. “Este proyecto nació como una idea para ver qué uva podría considerarse emblemática de la zona, para encontrar cuál es la que mejor se adapta al terroir y a las condiciones del clima. Sin embargo, fue evolucionando y ahora también es un proyecto útil para medir el cambio climático al presente y, sobre todo, a futuro”, me explica. Pero no me quiere revelar qué tipos de uvas son las que mejor se han adaptado, dice que para eso falta tiempo y estudios. “No seré yo quien lo revele. Eso le corresponde a toda la región decidirlo”.
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INNOVACIÓN Y UNIÓN; NECESIDADES A FUTURO
Me queda claro que la misión de Camillo Magoni en Valle de Guadalupe, más allá de elaborar vinos balanceados, exquisitos y seductores para los sentidos, tiene que ver con crear un verdadero proyecto enológico que permanezca en el tiempo; que ponga por lo alto la producción de uva y vino en la región; que garantice la conservación de la zona y que brinde progreso para la comunidad. “Quiero hacer hincapié en la necesidad de realizar un análisis completo de las condiciones del Valle de Guadalupe y sus microclimas, para poder garantizar vinos de gran calidad y que sean consistentes. Es algo que hace mucha falta. En California, Estados Unidos, existen laboratorios donde se analizan el suelo, las uvas, los microclimas… desde hace 150 años. Cada vez hay más. Nosotros estamos en pañales, no hay nada parecido y estamos lejos de lograr algo similar. Sin embargo, es necesario hacerlo para poder crecer como región. Tenemos que quitarnos el ‘yoísmo’, los egos y trabajar en conjunto. No para que gane alguien, sino para que ganemos todos”.
Escucharlo hablar sobre este tema repetidamente durante nuestra charla, con pasión real, me llena de orgullo e ilusión. Estamos frente a un vitivinicultor comprometido, respetado, innovador y propositivo, que resulta un verdadero ejemplo a seguir. Quizá por eso, quizá por los estupendos vinos que elabora, quizá por su amplia experiencia, quizá por todo, Camillo Magoni es un emblema del buen vino no sólo en el Valle, sino en todo México.
Un hombre que tiene los pies afianzados en el pasado pero, también, en el futuro. Un empresario y amante del campo y la uva que, por un lado, nos invita a recuperar la historia de la región para aprender de los errores pasados y no volverlos a cometer; para desarrollarla y promoverla. Pero que, por otro, ve la necesidad de pensar a futuro, con un enfoque ecológico y tecnológico necesarios.
Le pregunto qué ha aprendido de trabajar con plantas, con seres vivos. Me dice que “el respeto. Respeto a la vida, respeto al medio ambiente, a respetar los procesos de la naturaleza. Porque, como enólogos, buscamos que cada planta dé lo mejor de sí misma y que exprese sus mejores cualidades. Y nuestro trabajo es ése, darle la mejor vida posible. Pero esto también se traduce a los humanos, respetarlos y darles la mejor vida posible”.
Descubre la plática completa que tuvimos con Camillo Magoni en la edición de Agosto-Octubre de Bleu & Blanc, que podrás descargar gratuitamente en este sitio.
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