Por Ada Stiker @ada_stiker
Si bien es cierto que todavía nos falta mucho por hacer a nivel enológico, México está tomando posición y nombre en la elaboración del vino mexicano.
Enólogos comprometidos, empresarios apoyando el proceso de crecimiento y sobre todo comensales felices y aquí es donde está la clave, el paladar mexicano, ávido de conocimiento, orgulloso promotor de lo hecho en México, del producto nacional y que mejor de algo tan festivo como el vino.
Encuentro que el comensal hoy por hoy ya no se deja engañar y desafía día a día a los que hacemos vino, catamos vino, vendemos vino, hablamos de vino y promovemos o recomendamos vino. Y es justamente a ellos a quienes se les debe que la industria del elixir de Baco crezca y se arraigue y se comprometa a hacerlo cada vez de manera más honesta. En México seguimos a prueba y error, sembrando diferentes varietales y sacando el máximo potencial del clima y de la escasez y baja calidad del agua, luchando contra el tema de impuestos elevados pero aun así optimistas de que en unos años las cosas van a mejorar y se consolidarán. Hoy en México se elabora vino de: Coahuila, Baja California, Querétaro, Aguascalientes y Zacatecas. Zonas con microclimas ideoneos para la elaboración del vino.
Asi como los chefs viajan constantemente para encontrar nuevos ingredientes, sabores o técnicas, los enólogos estudian su “terroir” y buscan técnicas para acoplarlas y para implementarlas en la elaboración de su siguiente etiqueta, es un estudio constante que permitirá optimizar todos los recursos para lograr el vino más optimo posible del suelo que trabajan.
He tenido la suerte de platicar a profundidad con una o dos buenas botellas de vino mexicano como testigo con enólogos que me dejan boquiabierta por su cultura y pasión como Jose Luis Durand, por su orgullo y determinación como Reynaldo Rodriguez de Quinta Monasterio, con el pionero y aventurero Hugo D´Acosta y por su profundo amor a la tierra y a la técnica europea como Paolo Paoloni de Villa Montefiori, con el por ejemplo comencé un proyecto llamado Casa Origo para elaborar vinos para empresarios que requieren su propia marca y para un grupo restaurantero, una nueva etapa en mi carrera y sin duda una forma de acercar cada vez más el vino mexicano al comensal.
Al final el valor en común que encuentro entre todos ellos es además del amor y la pasión hacia la vid es, ese afán de poder aportar en cada botella la tipicidad del varietal, ese sabor a la tierra donde fue producido, al clima donde creció, y dejar su firma plasmada como parte de su identidad para hacer feliz al comensal.
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Asi que el vino mexicano en manos de buenos comensales, enológos y empresarios dispuestos a apostar en la calidad del producto mexicano, el vino mexicano tiene toda la oportunidad de consolidarse como una insignia que hablará de nosotros los mexicanos por el mundo entero.