La cuenta de los años es casi un estándar en el mundo, pero, aunque se pretenda, no todo el planeta es occidente; el calendario gregoriano […]
Texto y fotos Alfonso Franco
El año nuevo chino llegó acompañado de la primera luna llena del ciclo. Se queda atrás el dragón y es el turno de la serpiente. La cuenta de esta cronología va en el XXXX, y como cada año, el barrio chino, en el centro de la ciudad de México se llena de puestos callejeros con cualquier tipo de mercancía de esoterismo dudoso, lectores de mano y de tarot (en un sincretismo bastante extraño) y, por supuesto, comida.
La calle de Independencia estaba abarrotada, la gente que se unía a la comunidad china en México se sumaba a los cientos de curiosos que no sabían qué estaba pasando, pero seguían a las multitudes que levantaban las manos cuando, de las ventanas, personas visiblemente orientales aventaban dulces a la multitud que se empujaba por un caramelo.
Es así como lo “exótico” para algunos se une con la tradición de más de cuatro mil años para otros. Los sabores del pan chino y las brochetas de verduras y camarón conviven con los pambazos y buñuelos mexicanos.
Es el año de la serpiente, y como en todos, dicen que es de la suerte. Lugares comunes que se vuelven pretextos para comer diferente, para festejar con quienes tienen distinto color de piel y apenas hablan español. Como siempre, la cocina inunda el ambiente para que las diferencias se diluyan y todos comamos del mismo plato.