Hay sitios en el mundo donde el alma se acomoda como si ya hubieramos estado ahí antes. Así es Blanket Bay: un refugio improbable a orillas del lago Wakatipu, donde las montañas parecen guardianes antiguos y el silencio lo llena todo sin peso, como si fuera parte del aire.
Por Melanie Beard

Donde el alma se acomoda: Blanket Bay
Desde el primer instante, Glenorchy se revela como un susurro del planeta en su estado más puro. Los Alpes del Sur enmarcan el horizonte con una solemnidad que estremece, y el lago, quieto como un pensamiento largo, refleja la luz del sur, y también algo que no se puede nombrar. Aquí, la naturaleza es presencia viva.
La arquitectura es un tributo a lo esencial: piedra noble, madera cálida, techos altos que invitan a mirar hacia arriba y respirar hondo. Cada rincón está diseñado para abrazar; chimeneas encendidas, sillones que invitan al recogimiento, obras de arte que parecen haber nacido del lugar mismo. Un lugar donde el alma se acomoda. Todo está ahí para que uno se olvide del mundo… o lo comprenda de nuevo.

Hospedarse en The Villa
La suite que me recibió, The Villa, es un templo de intimidad absoluta. Rodeada por árboles nativos, con vistas abiertas al lago y al cielo, es como habitar un secreto que nadie más conoce. Adentro, la calidez es palpable: techos de madera, tejidos naturales, chimeneas que arden con elegancia silenciosa. Afuera, una terraza privada donde el silencio se convierte en diálogo. El jacuzzi, oculto entre sombras y viento fresco, se vuelve un ritual de entrega: al agua, al paisaje, a uno mismo.
También te puede interesar: La Ciudad de México, una musa inagotable de sabores
Aquí, la gastronomía es conexión. Cada platillo es un diálogo entre el entorno y la mesa. Cordero suave como una nube baja, trucha que sabe a río recién nacido, hongos que aún guardan la memoria del bosque. Todo llega con respeto, con intención. El chef cocina territorio, cocina clima, cocina tiempo. Los vinos de Central Otago —profundos, minerales, casi misteriosos— hacen el resto.
Las cenas se viven como un acto íntimo. Si el clima lo permite, se sirven al aire libre, con las montañas como compañía inmóvil y el lago como espejo líquido del crepúsculo. Las velas parpadean. Las palabras se vuelven susurros.

Aventura sutil
Blanket Bay invita también a la aventura sutil. Caminatas por senderos que parecen salidos de un mito, pesca en ríos de cristal, vuelos en helicóptero sobre cumbres inexploradas… o simplemente el lujo absoluto de no hacer nada. De mirar. De respirar. El spa, la biblioteca, la piscina que se funde con el paisaje: todo existe para una sola cosa —el sosiego.
Este refugio forma parte de Relais & Châteaux, seductor por esa cualidad rara de los lugares que han sido pensados con alma. Aquí, la excelencia es discreta. El servicio, casi invisible, pero absolutamente presente. Glenorchy tiene algo de fábula antigua, y Blanket Bay, enclavado ahí como un suspiro entre montañas, es su poema más íntimo.
Para más información: Blanket Bay