En la antigüedad, las mayores civilizaciones de la historia se asentaron alrededor de las zonas donde al agua fluye. Los ríos, lagos y mares son símbolos de vida y desarrollo. En México, el mayor número de actividades turísticas suceden justo en zonas marinas, donde la comida es abundante, la vida tranquila, el clima consiente y los paisajes son un regalo invaluable. La Riviera Maya destaca por ser todo esto y más, uno de los destinos más espectaculares con los que cuenta nuestro país y no podríamos decir menos si tenemos lugares con la expertise del Fairmont Mayakoba, que además de brindar un más que excelente servicio a cada huésped mimándolo en cada oportunidad, tiene restaurantes deliciosos para probar lo más fresco de la región: mariscos con ingredientes endémicos de nuestro México.
Englobando los recursos de los que disponen las costas mexicanas, Richard Sandoval creó un menú capaz de sorprender al más escéptico en los terrenos de la cocina mexicana moderna. Durante los nuestra estancia en el Fairmont Mayakoba tuvimos la oportunidad de cenar en el restaurante Brisas situado al lado del mar, con viento y un impresionante cielo estrellado.
Como entrada, se nos sirvió un mousse de jalapeño con crujiente de centeno negro, salsa de vino Chardonnay, tomate sierra, queso de albahaca y requesón con crocantes cítricos. El pan con que pudimos acompañarlo había sido fermentado unas horas atrás, cuando hicimos nuestro recorrido tras bambalinas en la cocina del Fairmont Mayakoba. Los diseños fueron pensados en atender las órdenes de forma inmediata, para que cada equipo de todos los restaurantes tenga el espacio suficiente en sus áreas de trabajo y todo resulte funcional.
Para nuestra maravilla, tendríamos la oportunidad de elegir entre dos entradas suculentas: Camarones en salsa de piña colada, tabulé de semillas y tierra de cilantro o los Ostiones a las brasas, mantequilla de ajo y salsa ponzu de tomatillo. Los camarones se acompañaban de frutos secos, manzana, pera, amaranto y nueces pero yo decidí que los ostiones me llamaban más la atención y al verlos acercarse encendidos, supe que estaba en lo correcto. Se acomodan sobre un tronco cubierto por pequeños cúmulos hechos con sal del Himalaya delicadamente colocada para que cada ostión descanse sin perder el equilibrio y el comensal pueda comerlos con la mayor comodidad y compostura. Se siente su reciente cocción, que de la cocina a nuestro plato los ha dejado a una temperatura elevada justo para saborearse, en un jugo perfectamente condimentado con cardamomo y salado con mesura, justo lo que esperaba encontrar.
Para el plato fuerte las opciones fueron: Pescado Tikin Xic, puré de cebolla curtida, aceite de tortilla y chile habanero o Filete de res, gravy de chorizo, puré de papa, chipotle y queso Oaxaca. El filete me resultó más convincente y de tan solo verlo, supe que había encontrado una maravilla:
Mientras que el pescado muestra una suculenta salsa Xnipec con chile habanero, cilantro y cebolla, mi elección me tiene fascinada: la carne es completamente suave y su salsa de chorizo con canela y cerveza steam queda tan jugosa que se desliza al primer corte. Los aros de cebolla se mezclan con cada bocado agregando un toque especial a la ecuación y la ensalada de garbanzo con papa y los crujientes de queso Oaxaca, termina siendo un deleite descomunal. Aunque la porción es generosa, el sabor es tan suculento que nadie podría atreverse a dejar un poco sobre el plato. De solo acordarme, ya quisiera volver.
Como bien sabemos, siempre hay que dejar espacio para el postre y los de esta noche requieren su huequito para comerse sin pena alguna. Al mirar la bomba de chocolate, se siente cierto remordimiento porque al ser tan lindo, meter nuestras cucharas es un crimen necesario. Con almendras y mousse de chocolate, sabe tan rico como luce:
La segunda parte del postre se compone de dos sabores contrastantes: sorbete de piña con vino espumoso y crocantes de coco para dar textura, y un pastel tres leches con salsa de maracuyá y mango dulcemente adornado con flores, también comestibles:
De los vinos que nos acompañaron en el maridaje puedo decir que la mezcla borbonesa de Ícaro fue el perfecto acompañante para mi filete, tinto y con un sutil sabor dulce, no pudo haber habido mejor dupla. Pero debo hacer mención especial al vino que me fascinó: Casa Madero, Cosecha Tardía. Proveniente del Valle de Parras, Chihuahua, se cosecha sobre uvas maduras durante la madrugada para maximizar la concentración de los aromas que nos evocan al cardamomo, la litchi, mieles, piña, guanábana, maracuyá y pétalo de rosa blanca… simplemente es fabuloso y fue de maravilla con los postres. También hace buena mancuerna con la comida asiática y los quesos.
La carta incluye vinos de todos los valles: La Redonda, Freixenet, Monte Xanic y muchos más, la variedad es parte fundamental en la división de tragos y alimentos dirigida por Jorge Creixell Suárez. El sello de Richard Sandoval se encuentra presente en esta nueva etapa culinaria para llenar de nuevos bríos los cuatro restaurantes principales del resort con platillos suculentos mientras el Chef Ejecutivo Eric de Maeyer es quien dirige el barco para que todo sea del mayor agrado de los comensales y cumpla con los estándares que distinguen al Fairmont Mayakoba en todos sus espacios. Esta noche ha sido un festín de sabores que no podrán olvidarse jamás. Entre la vista, el ambiente, la plática amena y el sabor insuperable de cada platillo, estamos convencidos de que el Fairmont Mayakoba es un santuario de inspiración, ¡Gracias por veladas así de placenteras!
Con información de Casa Madero
Por Ingrid Cubas @ingrid_cb