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Costa Rica ¡Pura vida!

Por: Gourmet de México 28 Mar 2018
Costa Rica ¡Pura vida!
Lugar donde la naturaleza se asienta entre playas y volcanes. Una tierra que ofrece a la gastronomía algunos de los mejores ingredientes del mundo. Malinche […]

Lugar donde la naturaleza se asienta entre playas y volcanes. Una tierra que ofrece a la gastronomía algunos de los mejores ingredientes del mundo.

Malinche es una palabra común en Costa Rica, pero se refiere a una especie de árbol de flores rojas que a lo lejos asemeja a un incendio.
Hay cerca de dos mil quinientos kilómetros de la ciudad de México a San José de Costa Rica, pero primero hay que aterrizar en Panamá para cambiar de avión. Por la ventanilla puede verse en famoso canal y los barcos estacionados, esperando para cruzar del Pacífico al Atlántico.

El paisaje es el mismo, todo se parece, todo es una misma Latinoamérica. Finalmente el aeropuerto Juan Santamaría, de San José. Al bajar del avión un letrero: “Bienvenido al país más feliz del mundo”. Pretencioso, aspiracional, inspirador, quizá sospechoso, pero eso sí, produce expectativas.

Llueve. Aquí están en plena temporada lluviosa. Para los costarricenses sólo hay dos estaciones en el año, la húmeda y la seca, como si el color verde pudiera ser más verde. Aquí todo es naturaleza.

Costarriqueñismos
Costa Rica es un país pequeño. En 1921 alguien vio llegar a un jinete con un papel bajo el brazo, era un memorándum que decía que en México se había consumado la independencia y que, nada menos, eran libres.
Así es la vida aquí, sin complicaciones, en un país que se siente orgulloso de dos cosas, la primera, que el ochenta porciento de todos los insumos que produce, vegetales y animales, son orgánicos: “Sin ingredientes artificiales”, dicta su eslogan. La segunda causa es que desde 1948, Costa Rica no tiene ejército. “Bendita la madre costarricense que sabe que su hijo jamás será soldado”, escribió la poeta japonesa Ryoichi Sasakawa.

El pasado de este pueblo es también simple; no hubo una gran civilización precolombina como en Mesoamérica, sólo algunas tribus chipchas (nómadas) que vivían de lo que la naturaleza les daba, y dejaron como herencia grandes esferas fijas talladas en piedra por todo el territorio.

San José
La capital de Costa Rica aloja a casos cuatrocientos mil habitantes (en todo el país viven cuatro millones y medio). Para quienes estamos acostumbrados a las urbes grandilocuentes San José más que pequeña es una ciudad baja, ya que sus edificios más altos no rebasan los vente pisos. Lo primero que me propongo es resolver la incógnita de “el país más feliz del mundo”.

Los operadores turísticos, el personal del hotel y de la aerolínea seguramente dirán que sí, que este es el paraíso, pero qué de la gente en las calles. Hoy Costa Rica ha pasado de ser un país agricultor a uno turístico e industrial (el 80% de procesadores para computadoras del mundo se hacen aquí, además de la turbinas de plasma que usará la siguiente generación de naves espaciales). El mercado ofrece frijol, mucho arroz, café, papaya, tilapia, yuca, un poco de pescado, chocolate, destilados de caña y bullicio, pero también la oportunidad de hablar con la gente.

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En cada comunidad, por pequeña que sea, hay una escuela y una clínica y, si bien los estándares de felicidad son completamente subjetivos, el hecho de que la seguridad social sea universal libera algo del estrés de la gente.

El Paseo Colón es la principal arteria de San José, recorrerla es hallar la ciudad, y aunque la arquitectura de Costa Rica no es su principal atractivo, pueden encontrarse construcciones representativas, como la catedral, el Teatro Nacional, el Gran Hotel o el Museo Nacional. De hecho, el centro de la urbe tiene pocas casas habitación, y en las noches sólo quedan oficinas vacías.

Quizá el barrio más pintoresco de esta capital es Amón, con construcciones coloniales, la estación de ferrocarril y el mercado de abastos.

Sólo para anotar, en San José está prohibido fumar casi en cualquier lugar. Se trata de criar nuevas generaciones más conscientes.

Todo natural
En los grandes monstruos de asfalto vemos la agricultura orgánica como una curiosidad, como algo que apenas va tomando fuerza, pero en este país centroamericano es cuestión de todos los días.

Alrededor del ochenta porciento de su producción de insumos es orgánica. La cultura del reciclaje es prioritaria, y para todo esto la educación ha jugado el papel principal. Así como hoy dos generaciones de costarricenses no saben lo que es un tanque de guerra, más que en televisión, las escuelas planean que los niños pequeños crezcan con una visión ecológica, que a su vez sea trasmitida a quienes vienen detrás. Entonces el círculo se completa, y aunado a la libertad de pesticidas y químicos, el campo goza de toda una filosofía. Bocashi es el nombre del proceso de fermentación que cada vez es más popular en el país para formar abono orgánico a un precio casi nulo. Y es así como los platillos locales están repletos de cultura ambiental.

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La mesa costarricense
Hay varios factores que influyen en la variedad gastronómica de Costa Rica. Su diversidad de frutas y vegetales está estrechamente relacionada con el clima, ofrecen lo que tienen, no fuerzan a la tierra en aras de una producción manipulada. La temporada húmeda trae veinte variedades de arroz y prepara la tierra para cuando el calor ataca. Hay que mencionar que lo que se conoce como temporada seca es sólo un decir, ya que de seca no tiene mucho, siempre es verde, y a dicho de los lugareños, si en la “seca llueve mucho, en la húmeda mucho más”. De hecho, otra presunción tica es su calidad de agua, ya que la que sale del grifo es casi tan pura como la embotellada.

El asado de berenjenas costarricense, el gallopinto y el casado siempre incluyen lo mejor de la tierra. La caña de azúcar, que hace cincuenta años era un producto vital para la economía casi se ha abandonado; el café sigue siendo una tradición, aunque el más famoso cargue con el recelo de ser industrializado por manos orientales.

Es cierto que si la comparamos con la mexicana, la gastronomía costarricense es bastante corta, pero contiene varios de los ingredientes con mayor calidad en el mundo.

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En el camino
Las carreteras son austeras, el gobierno prefiere poner sus ingresos en clínicas y escuelas. Hay que viajar con alguien que conozca el país, pues los señalamientos no son lo más común en el camino. En cuatro horas y media se llega, vía terrestre, a la provincia de Guanacaste, a orillas del océano Pacífico, sin duda la que más infraestructura turística posee. Puede sonar a mucho tiempo, pero no lo es si pensamos que con eso es suficiente para atravesar medio país. Además, en el camino hay mucho que ver.

Changos, guacamayas, aves exóticas, montañas, verde y verde. Sobre el tramo de la carretera panamericana que corresponde a Costa Rica hay varios oasis para refrescarse. Son establecimientos de carretera donde uno puede tomar helados artesanales hechos con toda la variedad natural del territorio, desde el de nuez de macadamia, hasta el de café, papaya o yuca.

Basta abrir bien los ojos para no perderse la variedad de pan que la gente de los pueblos ofrece a la orilla de la carretera, todos a base de maíz, pero con distintas formas y texturas, algunos muy masudos y con sabores demasiado fermentados, otros secos, que requieren el inmediato trago de agua. Sin duda distintos a la bizcochería europea, pero si alguien preguntara a qué sabe Costa Rica, podría decirse que a esas roscas, a ese pan.

Otra curiosidad del camino es el coyol, una bebida fermentada de corteza de palmera, el equivalente costarricense del pulque. Fuerte, muy fuerte; el sabor es algo pastoso, un trago da una patada directa en la nuca, así lo atestiguan los bebedores locales que duermen en el suelo alrededor de los expendios.

Entre fuego y playa
Costa Rica se mueve, en su territorio hay ciento veinte volcanes activos, algunos más peligrosos, pero que en las noches claras ofrecen el espectáculo del magma luminoso y de vez en cuando dan un show de fuegos artificiales lanzando rocas incandescentes. Otros son mucho más benévolos y brindan lodo exfoliante y aguas termales que son un bálsamo para quienes venimos del estrés de la urbe.

Llegar al mar en cualquier lugar del mundo siempre produce una sensación particular, es contemplar lo más grande que hay en el planeta. El horizonte desde una playa es más lejano, pero más atrayente.

Costa Rica mezcla en sus playas las conchas olvidadas de algún cangrejo ermitaño, el bosque húmedo y los deportes acuáticos. Ernesto “Che” Guevara escribió en sus diarios que “en Costa Rica, de noche, los mosquitos no te dejan dormir, y de día no te dejan vivir”. Hoy ya no es tan extremo, pero sí, hay muchos, nada que no pueda soportarse.

Llueve mucho, es la temporada húmeda, los treinta parques nacionales de Costa Rica tienen una cortina de agua que indica que mañana, cuando brille el sol, este será quizá el país más feliz del mundo.

Dónde llegar
En San José: Aloft. Forum 2 Business Park, Lindora, Radial a Santa Ana, San José de Costa Rica. Tel. (506) 22053535

En Guanacaste: Westin Golf Resort & Spa, Playa Conchal. Cabo Velas, Guanacaste Costa Rica. Tel. (506) 2654 3500
www.starwoodhotels.com

Para información turística:
www.swisstravelcr.com
www.visitecostarica.com

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